martes, 30 de octubre de 2007

Disfrutando con temor




Existen quienes las adoran y quienes las odian. Bandos peleados entre sí que jamás encontrarán conciliación. Es un divorcio más que firmado. Sí. Existen los que aman las películas de terror o los que desprecian su existencia.

El caballero del miedo y maestro del suspenso Alfred Hitchcock consideró que la popularidad de sus películas era un fenómeno extraño pues la gente pagaba por sudoraciones inesperadas y taquicardias propiciadas. Él lo explicaba con la analogía de la madre que espanta a su bebe para quitarle el hipo. “Buu”. Primero, el niño llora pero luego sonríe aliviado. Así demostraba Hitchcock su teoría de que “el miedo produce primero adicción y después gozo”.

Los que son seguidores de las películas de terror disfrutan de tirar la canchita en el cine de un sobresalto. De robarle un abrazo al acompañante asustado. Se regocijan en la patología de los que temen con placer y disfrutan con temor. Les gusta correr al lado de las víctimas y gritarles dónde está el atajo aunque estos nunca escuchen y tercamente vayan derechito a la perdición.

Los que odian las películas de terror son los que alegan ser muy maduros para esos argumentos “llenos de sangre y faltos de sesos” pero que en realidad detestan estos filmes porque al final de ellos acaban más paranoicos de lo que ya eran. Son quienes se tapan los ojos para no ver pero discretamente van cediendo a las hipnotizantes melodías terroríficas y empiezan a abrir los dedos, uno por uno.

El cine es un arte tan popular y aclamado por el mundo entero justamente por sus diversas ofertas para todo tipo de público. Desde los aficionados a películas escritas con tinta roja como “Pesadilla en Elms Street” hasta los masoquistas a quienes les gusta crisparse los nervios con entregas como “Los pájaros”, “Tesis” o “Sexto Sentido”.

“Arte 7” recuerda hoy a algunas de las películas que interrumpieron nuestros sosegados sueños, algunos filmes que nos hicieron voltear tras cada paso dado a ver si alguien nos sigue. Largometrajes que nos hicieron desconfiar hasta de nuestras sombras.